sábado, 18 de julio de 2015

Valle de la Garcipollera

Acín. Iglesia de San Juan Bautista
Sencilla ruta la que hoy os describimos que discurre por el jacetano valle de la Garcipollera. Teníamos curiosidad por conocer este despoblado valle y sus rincones. Bien es cierto que lo que más se siente es tristeza ante tanta desolación pero sigue siendo un paseo muy interesante desde el punto de vista histórico y paisajístico.

Hasta la década de los 60 las localidades de Acín, Bergosa, Bescós, Cenarbe, Larrosa, Villanovilla y Yosa estaban pobladas por gentes que cultivaban sus tierras hasta que les fueron expropiadas para la construcción del embalse de Yesa. La capacidad erosiva del río Ijuez hizo que el Patrimonio Forestal del Estado interviniese y reforestara la zona con pinos para reducir la erosión del terreno y evitar que el arrastre de sedimentos acelerara la colmatación del embalse. Así, el valle se despobló y se llenó de silencio y ausencias.

Grietas en torre campanario de Acín
Desde Castiello de Jaca parte una carretera que nos adentra en el solitario valle de la Garcipollera, declarado como Lugar de Importancia Comunitaria. Dejaremos atrás el pueblo de Bescós, que alberga una gran explotación ganadera.

El camino de hoy es un paseo muy asequible de unos 13 kilómetros (ida y vuelta) y 400 metros de desnivel positivo. Partimos de Villanovilla (980 metros), un pequeño pueblo que no llegó a abandonarse por completo y que hoy respira vida. Rehabilitado con casas de nueva construcción, tejados de pizarra y chamineras típicas altoaragonesas, incluso un albergue y un restaurante, le confieren la alegría y la energía de antaño.

Larrosa. Iglesia de San Bartolomé
En la entrada al pueblo aparcamos los vehículos y tomamos la pista señalizada hacia la ermita de Santa María de Iguácel. Un panel interpretativo nos aporta información acerca de lo que, más tarde, podremos ver con nuestros propios ojos.

El camino no tiene pérdida y vamos ascendiendo muy suavemente entre pinares hasta llegar a las ruinas del despoblado de Acín de la Garcipollera (1020 metros) en 20 minutos. El silencio predomina entre las paredes engullidas por la maleza. Su bonita iglesia románica de San Juan Bautista, originaria del s.XII, se conserva en pésimo estado mostrando grandes grietas en su campanario y ábside. Perteneció al Monasterio de San Juan de la Peña hasta el s. XVI cuando pasó a la Diócesis de Jaca.

Volviendo a la pista pasaremos por un área recreativa con mesas para comer. Cruzaremos el río Ijuez por un puente de cemento y tomaremos más adelante un sendero no señalizado justo cuando el seco barranco de Acín cruza la pista (15 minutos desde Acín). A mano derecha, un gran hito de piedras bastante oculto nos señala la dirección hacia otro despoblado, Larrosa (1140 metros).

Calles de Larrosa
El sendero es muy agradable. Rodeados de pinos de repoblación, en unos 15 minutos llegamos a las ruinas de lo que queda del pueblo. Bonito detalle en uno de sus muros de entrada donde escribieron el nombre el pueblo en la piedra.

Al igual que en Acín, poco o nada se puede apreciar en Larrosa. Casas espaldadas y restos de lo que un día tuvo vida. Hoy sólo se salva, ubicada en la parte alta del pueblo, la iglesia de San Bartolomé (s. XI) con su bonito ábside románico y una lápida que indica la tumba de Juan Pedro Iguacel (1733-1786). Merece la pena detenerse, pasear por sus calles y contemplar como la vegetación va recuperando lo que siempre ha sido suyo.

Santa María de Iguácel
Junto a la iglesia, un sendero asciende en dirección norte hasta juntarse con la pista que procede del valle de Acumuer y que coincide con el GR-15 (20 minutos desde Larrosa). Siguiendo la pista con amplias vistas al valle llegamos en unos 30 minutos a una bifurcación señalizada hacia la ermita de Santa María de Iguácel (1185 metros), cuya construcción finalizó en el año 1072, que nos dejará en la misma en 20 minutos y poco más de 2 horas desde el inicio, sin contar las numerosas paradas.

Santa María de Iguácel
Declarada Bien de Interés Cultural, la ermita es un monumento muy importante por ser un edificio construido en los primeros años de la Historia de Aragón. Se restauró entre 1976 y 1983 y, posteriormente, en 1989. Hoy, su belleza la hace un lugar digno de visitar. Un lugar que, a pesar de su recóndita ubicación, tuvo gran afluencia hasta mediados del siglo pasado.

Es un lugar perfecto para pasar un día en familia que posee una gran explanada acondicionada con bancos y mesas a la sombra para poder comer, descansar y disfrutar de la belleza de una de las joyas del románico aragonés.

Panorámica del valle
La vuelta la realizamos siguiendo la pista, pasando de nuevo por las ruinas de Acín hasta llegar a Villanovilla en una hora y cuarto.

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